A veces lo más simple puede generar la mayor de las bellezas
Imaginad que os encontráis en la capital francesa para visitar el Louvre, y en una de las numerosas salas que posee el centro museístico se encuentra el retrato de una joven. Al observarla detenidamente, apreciáis en ella soledad y aburrimiento, relegada la obra a una esquina de la opulenta habitación. ¿Por qué no rescatar a la muchacha de esa metafórica jaula pintada para que conozca el mundo y viceversa? Eso mismo se preguntó Julien de Casabianca (Córcega, 1970) tras toparse con aquella mujer en dos dimensiones, decidiendo otorgarle la libertad que esta se merece a partir de una sencilla fórmula que el arte urbano ostenta entre sus manos: el wheatpaste. Sigue leyendo